Chaos Dwarf

  • No voy a presentarme, eso de presentarse está muy sobrevalorado, y quiénes puedan caer acá, ya me conocen. Caso contrario, ya me conocerán. Este hilo lo abro porque tengo una deuda muy pendiente conmigo, como persona escribiente, porque eso de escritor suena severo, y yo calculo que eso, también, es un título que deberían dármelo cuando me dé el patatús final de mis días. La deuda son los ensayos, creo que llevo un largo tiempo meditando la posibilidad de escribir ensayos breves, tarea por la cual nunca me ponga, es algo simple: no creo que se me dé bien. Entonces me largo y me pongo a escribir teatro, o narrativa, y muy pocas veces poemas. Resulta que también tengo opiniones sobre cosas, y que donde no las tengo, me gustaría tenerlas.


    La idea es un su base sencilla: traer un formato al foro que me permita ponerme más en contacto con la tierra y ver que cosas interesan, de modo que ustedes puedan proponerme temas, y supongo, que mientras más específicos sean, mejor. Y no, no les voy a hacer ensayos del trending topic de la semana, o aún peor, del día. Mi espíritu es de gnomo guerrero fumador cual cosaco, y esas cosas poco o nada la importan.


    En cuanto a si habrá reglas, pues sí: no pueden pedirme que hable de cosas contra la normativa del foro. Yo lo haría con gusto, pero no sería publicable.


    La otra regla es que no me sean trolls, yo los quiero bichos, pero sepan que hay cosas de las igual si bien puedo tener algo que aportar, quizá decida pasar. ¿Por qué? Muchos motivos, pero principalmente: que ya se haya hablado mucho de eso y yo ya no tenga ná mejor que decir al respecto.


    Luego está la regla platino: no voy a hablar mal de metin2, tampoco voy a hablar bien de metin2. Lo jugué cuando tenía como 12 o 13 años y lo que me gustaba era el Dofus, juego que se me daba mal. Ha llovido tanto que sólo recuerdo que iba con un pibe de apariencia asiática con semibrazo de demonio (era algo llamado “sura” me vine a enterar tiempo después, imagen lo desconectado que estoy de esto)


    Y también la regla gold: ¿por qué este lugar y no otro lugar de variedades y más enfocado a la cultura general y en general? Porque soy alguien que pasa mucho de querer hacerse un nombre con algo como un blog, o un canal de YouTube. Y yo quiero cierta interacción con lo que la gente pueda llegar a pedirme. No de debatir (aunque a futuro estaría interesante), sino de llegar al hueso de aquello sobre lo que debo escribir.


    Dicho esto, sugieran.


    Los quiero un montón.:amor:

    14zwM99.png


    "[...] y de algún modo de algún modo de algún modo comunicar algo del abrumador inmortal irrefrenable incondicional omniabarcador enriquecealma abreconsciencia constante inagotable amor que tengo por ti. "

    Sarah Kane

  • Mi sugerencia, no sin antes presentarme como una persona que piensa más que habla o escribe y por tanto a veces se queda con ganas o necesidad de expresarse, es la siguiente:


    - Escribe ensayos. El "no creo que se me de bien" también lo dicen tanto el que años más tarde será campeón mundial en su disciplina, como el que tendrá hijos, como el que venderá libros. La diferencia la marca el hacerlo, aunque se de mal, o no hacerlo y si "escritor" es un título al que tu humildad no quiere acceder, deja que te lo ponga quien te lea.


    Por lo demás me parece todo genial y me da apuro pedir que hables sobre X cosa porque ni te conozco ni yo soy nadie para jugar con tu tiempo y/o capacidades pero atenderé de cerca este hilo por si aparece ciencia o fantasía, entre otras cosas.


    Abrazo!

    No sé cómo hacer, si moverme o perder. Simplemente quiero socorrer al que muere

    pero al mismo tiempo tengo ganas de que me salven a mí porque que no lo hagan hiere.

  • Consideración sobre Charlie Brown y la infancia como tiempo total


    Soy una persona ansiosa, realmente ansiosa, de esas cuyas ansiedades tienen ansiedades propias; lo planteo así, como si mi ansiedad fuera un ser indivisible de mí, pero al mismo tiempo vivo, y conviviésemos como hermanos siameses, Es una tontería, pero también he de decirlo, que es mi tontería, tal como todos tenemos nuestras tonterías. Yo en lo personal se lo atribuyo a mi infancia, a pesar de que rehúso de los freudismos; pero también es cierto, que el Genji Monogatari de Murasaki Shikubu, unos nueve siglos antes de Freud, definía la infancia como el lugar donde se templa la personalidad del individuo.


    Sólo conozco dos obras sobre la infancia que son totales, representaciones de emociones infantiles, corales en la pluralidad de sus voces y enormes en sus situaciones, y en las que a menudo me hallo a mí mismo en muchas ocasiones. La primera es Mafalda, de Quino, seguramente ya la conozcan; aunque si bien yo se la presentará a un estadounidense, quizá este no reconocería esa pequeña niña que necesita tal vez de que el mundo esté mal para tener un sentido en él, y mucho menos reconocería a Felipe, a Manolito, a Libertad, y etc, y sus referencias costumbristas a esa Argentina que parece haber sido hecha sólo para que estos personajes pudiesen habitarla ficcionalmente y redimensionarla. Y la otra, es Peanuts, de Schulz, quizá conozcan al perro del protagonista Charlie Brown: un tal Snoopy. No hablaré de él, es un ícono en si mismo, algo que amerita otro análisis.


    Si vienen leyendo con atención, se habrán percatado de que le dediqué el título a está segunda tira cómica en lugar de aquella de Quino. Esto obedece al rigor de la empatía, y no a desestimaciones, pues, en verdad, siento una gran cercanía con Mafalda y toda su partida de amigos y amigas; pero resuena conmigo en lo que es más bien un eco interno lejano; en cambio Schulz, con su Charlie Brown de la ansiedad y sus otros personajes, hacen un eco más cercano a mí en el tiempo; me devuelven a una infancia que vivida o no, resulta tan real como los mitos griegos: es real en tanto sus símbolos nos atraviesan el alma de noche a día, y de día a noche. Pues, cuando Charlie Brown dice “No dejaré que el consumismo arruine estás navidades” son palabras con las que puedo identificarme las navidades que he vivido, y quizá, las que viva. Con Mafalda, me sucede, en cambio, que el paradigma es otro: “¡Cuidado! Irresponsables trabajando” reza un letrero sobre un globo terráqueo al que Mafalda le da la espalda, gesto simbólico: a menudo, Mafalda es derrotada por la realidad, no porque la realidad venza en términos totales, sino porque ella adquiere dimensiones humanas en su derrota; “la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece” dijo J. L . Borges. En un mundo de gente responsable, Mafalda no tendría sentido. Charlie, por el contrario, en uno de los gags más famosos de la animación, corre para patear el balón que sostiene Lucy van Pelt, y ella en un último instante esconde el balón en su espalda, y ríe al ver la patada de Charlie al aire y su posterior caída. Charlie Brown es alguien que sufre pequeñas derrotas también. Esas derrotas no se las inflige el mundo, son, a menudo, infligidas por él. Querer a Charlie Brown es identificarse con sus debilidades, sus constantes derrotas que lo fatigan hasta el punto de no querer salir de la cama, “por si algo arruinase el día”, mientras Snoopy duerme a su lado. Querer a Mafalda, en cambio, es amar el amanecer, o por lo menos, la idea de que amanecerá, a Mafalda se la quiere más en sus momentos de mano alzada, cuando grita contra el “palito de abollar ideologías” guiñándole el ojo al lector.


    Esto es así porque existen los duelos absolutos en la filosofía donde está el existencialismo sartriano contra el absurdísimo de Albert Camus, está en la música el duelo entre si los Rolling Stones o The Beatles; son pugnas culturales que llevan la dimensión del carácter íntimo del individuo ante el pulso popular de la sociedad.


    Por eso es comprensible para mí, que mucha gente de esta parte del mundo, y seguramente también en España, sienta a Mafalda tan propia; pero yo siempre me he identificado más con Charlie Brown.



    Y entonces, ¿qué es Charlie Brown? Según Schulz, el retrato de una persona ordinaria. Para mí, Charlie Brown, pertenece a esa pequeña categoría de perdedores que todo los ganan; porque en un primer orden, ha pasado a la historia del cómic, en un segundo orden, porque ha ganado nuestra simpatía como lectores. Pocos autores pueden jactarse de eso, quizá el ruso Antón Chéjov tenga en sus cuentos personajes que también siendo perdedores, sean al mismo tiempo vencedores, y seguramente F. Dostoievski también, pero yo no he amado la literatura rusa de ellos tanto como las representaciones absurdas, tan amenudo grotescas de Nikolái Gógol (ejemplo de esto, El Capote o La Nariz), o de la melancolía de la poesía romántica de Pushkin, que tanto me interpela en su poema “Se apagó el Astro del día...” con sus versos:


    “¡Restallad, restallad, dóciles velas!

    ¡Encréspate a mis pies, lúgubre océano!”


    Y sí, hay aspectos que estoy obviando; porque se podría hablar de feminismo y la representación de las mujeres, porque podría hablar de la inclusión de un personaje negro en Peanuts a petición de un fan afrodescendiente de la serie, se podría hablar de aquella vez que, muy precisamente Peanuts, en un especial para televisión, habló de la leucemia y acoso escolar, o de la lectura política de Mafalda; pero no quiero, hoy no. Pero esto sólo es posible porque “Mafalda” y “Peanuts” ofrecen multiplicidad de lecturas a lo largo de sus respectivas series, a lo largo de sus personajes, y a lo largo de nosotros mismos, que, al leer estas tiras cómicas, al menos yo, puedo afirmar que salgo más consciente de mi humanidad.

    14zwM99.png


    "[...] y de algún modo de algún modo de algún modo comunicar algo del abrumador inmortal irrefrenable incondicional omniabarcador enriquecealma abreconsciencia constante inagotable amor que tengo por ti. "

    Sarah Kane

    Edited once, last by Kostya ().

  • Dinero y subsistencia en The Witcher 3: The Wild Hunt y Battle Brothers


    I

    The Witcher 3: The Wild Hunt


    Cuando jugué por segunda vez The Witcher 3: The Wild Hunt, me percaté de un tipo especial de misiones secundarias: los contratos.


    Para empezar mejor, diré que en The Witcher 3: The Wild Hunt, encarnamos a Geralt, un experimentado brujo capaz de enfrentarse a criaturas de carácter folclórico, contra los cuales los humanos normales, carecen casi por completo de oportunidades.


    Me gustan mucho esas misiones porque definen nuestro personaje, en The Witcher 3: The Wild Hunt, estás misiones no las hacemos por amor al arte, o sentido de la curiosidad. Lo que nos mueve principalmente a hacer estos contratos es el dinero. Me gusta mucho el manejo del dinero en ese juego, ya que lo necesitamos para reparar las espadas de Geralt y las piezas de su armadura, como igual para desmontar objetos en partes, materias primas que se usan para construir mejores armaduras, mejores espadas, etc. Y el dinero, no sobra, por lo cual negociar la paga a veces se vuelve importante, pero también es importante el contexto de estas misiones.


    En el mundo del Brujo (Geralt de Rivia, que sólo es un brujo como tantos otros) habita la miseria, y no me refiero a las grandes miserias del ser humano. En el juego hay una guerra, y esa guerra a menudo es el pretexto que le da texto a estás misiones secundarias. Por ejemplo, en una de los primeros contratos que el juego nos ofrece, consiste en eliminar una Doncella del Amanecer, este enemigo no es sino nada más que la encarnación fantasmal de una mujer que ha sido asesinada (o que se suicidó por la pérdida de su amante, perdonen la memoria) en el contexto de esta guerra. Al eliminarla, le damos paz a su espíritu. Al mismo tiempo, le permitimos a los aldeanos del pueblo la posibilidad de sacar agua del pozo del cuál yacía el esqueleto ahorcado de la mujer.


    Esto me lleva a otro punto sobre el juego: nunca veremos que dichos aldeanos vayan ahí a recolectar agua, los vamos a seguir viendo juntando agua del pequeño arroyo, que enferma a quiénes beben de ella, pues los cuerpos de los caídos en la guerra envenenan su agua. La única excepción es la hija de quién nos da el contrato, que está en cama, sufriendo, y la podemos hallar explorando la casa del contratista.


    Constituye una suerte de auto-sabotaje contra la credibilidad del juego que no se vean esos enfermos tan terribles, ni tampoco que los aldeanos fueran a recoger el agua limpia del foso que la Doncella del Amanecer custodiaba.


    Pero constituye una mayor pérdida a la credibilidad, que el juego nos de la opción de negociar nuestra paga, y luego podamos rechazarle tan gentilmente, porque la hija de aquel hombre que nos dio el contrato, necesita una dote de matrimonio.


    Yo entiendo la intención del juego de hacer de Geralt alguien más cercano, pero está opción de rehusar de nuestra paga aparece varias veces en este tipo concreto de misiones secundarias; y termina quitando peso a su oficio (el de Brujo). Al final, somos un brujo porque el juego nos dice que somos un brujo, alguien que cobra por su oficio de matar monstruos que causan “x” o “y” problema, pero muchas veces, por mi amor a la bondad, termino siendo el brujo de la caridad.


    II

    Battle Brothers


    Battle Brothers es un juego que como mínimo es curioso, porque es un juego de misiones secundarias, en donde de hecho, ni siquiera tenemos que hacerlas todas, porque estás van y vienen de manera procedural.



    Estas misiones carecen de la indagación de la construcción de mundo de The Withcer 3: The Wild Hunt, pero también es cierto que no lo necesita. Quizá esto se deba a una serie de factores bastante sencillos:


    • Acá, ya no controlamos a Geralt, de hecho, no controlamos a un individuo concreto, sino una serie de individuos. Una banda de mercenarios. Y Geralt, puede permitirse las interacciones sociales, que dar pie a empatías y animadversiones. Es comprensible, su juego es de rol; pero Battle Brothers carece de profundidad interpretativa rolera porque este juego no es de rol, es un juego de combates tácticos. Nos interesa que nos paguen y ya.
    • El mundo de Battle Brothers no es complejo porque como dije anteriormente, no es un juego de rol interpretativo. Es un muy sorprendente para mí, descubrir que mecánicamente, Battle Brothers bebe más de un género como lo es de la estrategia (al menos, el de la estrategia de combate táctica por turnos).
    • Vos elegís, ante todo, que misiones hacer, y son encargos sencillos, son el pretexto para el combate. Se abordan combates, no historias de humanidad, de hecho, lo más recomendable es jugarlo sin cargar partida atrás nunca, incluso en dificultades fáciles. La razón más que simple es sencilla: no ahondamos en una historia de humanidad, pero sí una de lucha encarnizada, ¿cuál sería el sentido de esta lucha encarnizada, si rehuimos de un combate o un contrato mal elegido con un “cargar partida”? El juego, después de todo, te ofrece la oportunidad de huir del combate, porque el juego sabe que no siempre el enemigo es vencible, y también la opción de cancelar el contrato. Incluso lo sabe tan bien, que hacerlo, te penaliza; romper el contrato no sólo hará que no te paguen sino que la aldea o casa noble que te empleó se enojé contigo, y no te ofrezca trabajo por un tiempo.
    • Y en Battle Brothers, el tiempo es dinero: estos sujetos tuyos que luchan, viven y vencen, y que también son derrotados y mueren en el peor de los casos, cobran un salario. Este salario se paga de un fondo monetario de la banda, cuya única forma de incrementar, es haciendo misiones y volviendo vivo con tu contratista para recibir el pago. No obstante, también necesitan comida, medicinas, y herramientas, y si llevas arqueros o ballesteros, o cañones de mano, necesitarás municiones. Y salvando las municiones, que se puede conseguir matando bandidos de muy poca monta, vas a tener que gastar dinero en comprar estos elementos, sin mencionar el ahorrar para mejor equipo.

    III

    Conclusiones


    Ambos son juegos muy buenos, personalmente prefiero a Battle Brothers, me resulta más consistente, pero es más consistente porque su simplicidad le favorece enormidades.


    The Witcher 3: The Wild Hunt, es muy detallado, incluso para su propio bien, y tiene una trama principal que no termina de funcionar por una variedad de razones. La principal es que es una búsqueda desesperada a contratiempo, en cuál puedes tomarte todo el tiempo que quieras para subir de nivel e ir a buscar el elemento clave en la historia, que es otro personaje: Ciri. Y subir de nivel de nivel es obligatorio, sino no podrás avanzar en el juego.


    Lo que te apresura en Battle Brothers es de carácter más inmediato y puede cumplirse. En Battle Brothers, no es que podés sacar un final bueno o malo, como sucede en The Witcher 3: The Wild Hunt (aunque estos finales, son buenos o malos dependiendo las matices de quién los vea), sucede que directamente todos tus “Bros” (los mercenarios) pueden morir o desertar por falta de paga. Y ese es el fin de tu partida.


    Cabe aclararlo: en un caso somos una partida de hombres simples, armados, que se buscan la vida por la violencia, y en el otro, un experimentado guerrero capaz de enfrentarse pesadillas monstruosas. Geralt no es un héroe puro, porque es interesado, tiene debilidades humanas, y es alguien carnal; pero resulta que tus “Bros” directamente ni pretenden ser héroes, sólo pretenden existir.


    Tanto Geralt como los mercenarios de Battle Brothers subsisten gracias a trabajos, que estos se disponen a hacer, por algo que esta más allá del amor al arte o la curiosidad, como dicta el título: cuestión de dinero para subsistir.

    14zwM99.png


    "[...] y de algún modo de algún modo de algún modo comunicar algo del abrumador inmortal irrefrenable incondicional omniabarcador enriquecealma abreconsciencia constante inagotable amor que tengo por ti. "

    Sarah Kane

  • ¿Por qué Saturno devora a su Hijo?


    Nota: Señalaré algunas fechas que considero relevantes para el ensayo, por eso, decidí omitir, precisamente, los años de algunos eventos, artistas o pinturas, que no considero claves pero que sí colaboran al conjunto general.


    No recuerdo cuando vi por primera vez “Saturno Devorando a su Hijo” (1820-1823) de Francisco Goya (1726–1828), pero lo más probable, es que no la haya contemplado hasta mis veinticuatro o veinticinco años, y que por entonces, no podía evitar asociarla al cuadro de “La Libertad Guiando al Pueblo” de Eugène Delacroix en contraste con “La balsa de la Medusa” de Théodore Géricault, y yo me decía, que Goya veía en Saturno la revolución que devora a sus revolucionarios, y posteriormente, a la misma revolución misma, para volver al estado anterior a la revolución, y que bien había hecho en representarlo en Cronos, quién devoraba a sus hijos porque sabía que estaba destinado a ser derrocado por uno de ellos.


    En ese aspecto, yo veía a Cronos quizá con los mismos ojos de quiénes se preguntan si se puede hacer la revolución desde el poder, y que la respuesta de Goya, mirando a la Revolución Francesa (1789-1799) —partiendo de la suposición de que él “miró” la Revolución Francesa— habría sido de que la Revolución devora a sus hijos. Esto yo me lo aseveraba en el asesinato de León Trosky ordenada por Iósif Stalin.


    Hoy por hoy ya no pienso así, porque hoy por hoy me inquiero por la mirada del Saturno de Goya —Saturno en la mitología Romana, que era más benevolente, pero Goya atribuyó la potestad griega en su pintura— más que en el acto caníbal. Y es que hoy por hoy, no es que me recién me atreva, pero sí que me percato, que la comparo más con una pintura posterior a la del propio Goya, una pintura rusa de Illá Repin (1844-1930), pues hablo de su célebre: “Iván el Terrible y su hijo”, donde el Zar Iván sostiene a su hijo asesinado por él mismo de un golpe con su bastón, pero no es sólo que lo sostenga, él lo abraza, y se lo ve angustiado, confundido, iracundo y lloroso. Sus rasgos no difieren del todo del Saturno de Goya.


    Pero hay una remarcada diferencia entre esas dos pinturas: una posee un carácter mitológico, y la otro se enmarca en un suceso histórico. En el primer caso, podemos decir que Goya representa a Saturno/Cronos (entiéndase, Saturno con las características del titán griego) devorando a uno de sus hijos, para evitar, como he mencionado, ser derrocado por el mismo; pero resulta ser que esa lectura es llana, es demasiado objetiva, demasiado “literal”, y no sentimos —no la mayoría—, cuando miramos el cuadro que Goya, que él haya pintado a “Saturno Devorando a un Hijo” para decirnos que Saturno devoraba a sus hijos para no ser derrocados; entonces complejizamos, como lo hice yo, como lo hizo el psicoanálisis al abordarlo desde la relaciones paterno-filiales, como lo han hecho los críticos de arte al señalar detalles técnicos de ahí o allá. Y luego, está la pintura de Repin, que al estar enmarcada en un contexto histórico sabemos que la representación de algo que “sucedió” (y que es la pura interpretación de Reptin, porque nadie puede aseverar que los rasgos de Iván al matar a su hijo hubiesen sido esos). Sin embargo, el “Qué” de la cuestión al ver la pintura de Repin es similar: “¿Por qué?” ¿Por qué Illá Repin retrato la intimidad de Iván, su mirada ajada, al borde de la rotura, posterior al asesinato de su hijo?


    Claramente, cuando vemos ambas miradas (la de Saturno, la de Iván), hay ciertas distancias entre ambas, y son propias de las distintas psicologías que amortiguan sus ojos, ya que el primero no parece mostrar lamento sobre lo sucedido, o lo que sucede (y siendo Saturno/Cronos: lo que sucederá); en cambio Iván si se lamenta, muestra arrepentimiento, y en su arrepentimiento, se muestra colérico y tan fuerte como débil: es el zar, el máximo gobernante de Rusia. A la vez, está vestido de negro y es viejo, y la muerte de su hijo, pareciera ser, lo acerca a su propia mortalidad.


    Más allá de esto, hay algo fundamental: uno puede decir, que Iván comprende sus motivos para haber matado a su hijo. Aún si nosotros no lo entendemos, aún si nosotros desconocemos el contexto de la pintura. Y sentimos que los motivos de él para haberlo hecho nos resultan levemente cercanos. Yo creo que la curiosidad que despierta el cuadro de Goya parte de que no sólo no sabemos por qué Saturno devora a su hijo, si no que, de modo desconocido, guardamos la impresión secreta de que él tampoco sabe realmente porque lo hace.

    14zwM99.png


    "[...] y de algún modo de algún modo de algún modo comunicar algo del abrumador inmortal irrefrenable incondicional omniabarcador enriquecealma abreconsciencia constante inagotable amor que tengo por ti. "

    Sarah Kane